viernes, 26 de agosto de 2016

Cómo iba a saber ella...

Pero qué iba a saber ella, ¿qué iba a saber?
Era imposible adivinarlo, jamás lo vio venir, era algo que no se había presentado en su mapa de hechos probables, ni en sus mejores sueños.
Cómo iba saber ella, cómo iba a saber.
Que, madre mía, iba a reír como una niña pequeña tantas veces. Que se iba a sentir entre sus brazos protegida de todos los males del mundo, de los más terroríficos peligros, y de las fauces de cualquier monstruo.
Cómo iba a adivinarlo. Que se podía estremecer, llorar y disfrutar, todo en cuestión de segundos.
Que podía tocar el cielo con la punta de los dedos, y sentir un calor más intenso que el del sol.
¡Qué podía saber! ¡Cómo iba a imaginarlo!
Que brotaría, tan bonita y tan dulce, con alguien dispuesto a quererla así. Tanto y tan bien.

Que haría que esos rincones de Madrid se convirtieran en sus favoritos.
Que con solo coger su mano, atrapaba el mundo, y con rozar sus labios, se iba a otro universo...
Él escondía los misterios más bonitos y ella quería descubrirlos todos.

jueves, 11 de agosto de 2016

El mejor día de un astronauta

Sí, hoy desde luego ha sido un día maravilloso. Me levanté con las energías renovadas y preparada para la misión más corta e importante de mi vida: robar una estrella.
El cohete despegó sin problemas: el motor rugía, y en cuestión de segundos, volaba por el espacio.
La estrella en cuestión se llamaba "La Magna", un punto lúcido y rosa, fácilmente observable desde hacía exactamente dos meses. Su presencia era tan notable y atípica que enseguida había cautivado a científicos, astrónomos, profesores, cualquier persona a la que le gustase observar el cielo de vez en cuando, y, por supuesto, a los astronautas.
Siguiendo los comandos establecidos, encontré aquella famosa bola de luz. La labor de atraparla fue extremadamente compleja, era la primera vez que se intentaba algo así, pero bueno, para algo era el año 2060: disponíamos de maquinaria altamente cualificada y eficaz.
Cuando una capa de sudor frío empezaba a perlar mi frente, el astro entró en la cápsula y activé enseguida la nave para mi regreso a tierra.
Llegué cansada, agotada, pero el panorama que me esperaba allí abajo me lo quitó de un plumazo. Una horda de vítores, aplausos, cámaras y reconocimientos me aguardaban.
El mejor momento fue sin duda cuando llevaron la cápsula a los laboratorios y pude admirar de cerca la belleza fría y distante, casi mágica, de esa roca que había decidido brillar con más intensidad que ninguna otra, dejando tras de sí un camino de misterio y fantasía para todo el que la veía, y a mí personalmente, con la experiencia más única que he vivido.

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Papel: 7,02 euros. Ebook: 1,57 euros.