domingo, 11 de diciembre de 2016

Demasiado tarde

Cogería todas las palabras bonitas del mundo, y las trenzaría para regalártelas.
Tomaría con sumo cuidado las manos que regresan y se van una vez más, para fingir que son mías de nuevo.
Pasearía entre tus piernas porque son caminos que conozco, pero que me gusta recordar.
Creo que bailaría durante una hora porque es lo que dura con exactitud la mezcla de todas nuestras canciones.
Y después te envolvería entre los brazos que siempre amaste, pero que realmente nunca te importaron.
Pasearía las yemas de mis dedos entre tu cabello para luego desordenarlo. Siempre, siempre estaba desordenado.
Y de esa forma, volvería a verte, volvería a hacerlo otra vez.
Podría imaginar un susurro en mi oído y la presión en mi espalda.
Y aún así tendría que parar para coger aire, porque sería demasiado.

Sabes que cogería las palabras más bonitas y las trenzaría.
Para recordarte una vez más, quizás hasta te dedicaría un poema.
Pero ya no puedes leerlo, y probablemente nunca lo hagas.
Porque ya no estás aquí.
Y yo estoy esforzándome demasiado en hacerte regresar. Tus rizos y tus labios, la maravilla que haces con tus ojos y los caminos a los que me llevas cuando no sé a dónde ir.

Podría imaginar una última vez tus mejillas.
Tus dedos.
Y también podría cambiar las sábanas. Para que al menos no huelan a ti.
Ya no, ya no más.
Es exhausto, esto de recordarte, pequeña. Así que te abandono aquí.
Porque de todas formas, nunca lo leerás.
Es demasiado tarde.


¿O no?

domingo, 23 de octubre de 2016

Entre flores

Moriré enterrada en flores. Tus brazos me darán una última acogida.
Recibiré un beso de despedida. Y una lágrima sincera.
Moriré enterrada en flores. Sonreirán al recodarme. Me darás una caricia.
Ella me mirará con ternura, y se dormirá. Se acostará mientras, tranquila, muero entre flores.

Me darás la mano. Mi madre pensará en lo que hablamos. Dejará jazmines o rosas.
Y yo moriré enterrada entre flores. Y sonreiré.

martes, 4 de octubre de 2016

Antes de que pase cualquier cosa

Antes de que se me sequen las venas, voy a verte una última vez.
Antes de que se me desgarre el alma, voy a borrar las líneas de tu cuerpo.
Antes de que me quede sin motivos, voy a dejar tu espalda llena de arañazos.
Y te preguntarán quién estuvo tan loca para dejar su firma así,
quién te dejó los labios tan gastados,
quién te hizo sonreír de esa manera.
Antes de desangrarme, quiero dormir en tu cuello.
Y cuando te pregunten quién te mordía tanto el labio,
quién era la desastrosa que te marcaba hasta el final,
dirás que era solo yo porque,
antes de morirme,
quería difuminar cualquier límite entre tu cadera y la mía.

martes, 20 de septiembre de 2016

For the right reasons

Killing someone wasn´t the worst thing she had done before. Yes, it was a crime, but she had done it for the right reasons. No one but her could have done the job better. It was all about leaving the body in the perfect position. About leaving enough blood covering his chest. About  the eyes and his dead lips.
Yes, she had loved him. But she did it for the right reasons.



*
A ver: teníamos que escribir un párrafo sobre algo ficticio para Inglés, lo hice y me gustó cómo quedó, por eso he decidido subirlo aquí. ¿Qué os parece?

martes, 13 de septiembre de 2016

10 cosas que aprendí sobre Nueva York

Nueva York, ciudad de mis sueños. Fondo de numerosas películas, tema de conversación de sucesivos diálogos, lugar de nacimiento de tantas estrellas.
Pude conocerla y pisotearla de arriba a abajo este verano, y aunque me quedaron seguramente mil sitios por ver, estas son las diez cosas que aprendí sobre la "ciudad de los sueños":

1- La gente corre. Mucho. Van como si fuera un maratón. A empujones, a tropezones. Cuando pregunté que si teníamos prisa al vernos a esa velocidad, me contestaron: "No, pero si no vas al ritmo de los demás, te aplastan". Supongo que tenían razón.
2- Hay carritos de comida everywhere. ¿Que tienes antojo de un kebab a las dos de la mañana? Tranquila. Es cierto, la ciudad nunca duerme. Y los puestos tampoco.
3- Nadie se fija en ti. A ver, ya sé que si vas paseando por Madrid tampoco es que todos los ojos estén en ti, pero digamos que si llevas el pelo de color lila y ropa un tanto estrafalaria, la gente se girará. Allí no. Lleva lo que te dé la gana porque nadie se te va a quedar mirando.
4- Consumismo puro y duro. Prepárate para toparte con rebajas monumentales (yo compré por 30$ en Victoria's Secret lo que valdría en precio original 120$) y escaparates luminosos diciéndote lo mucho que puedes ahorrarte en su tienda, además de supermercados con amplia variedad y que muchas veces solo venden en packs así que, aunque no vayas a beberte doce zumos, te merece la pena comprarlos así en vez de uno solo.
5- Los semáforos no sirven de nada, están un poco de adorno porque los peatones cruzan cuando quieren, no les apetece esperar.
6- Nunca vayas en coche, o en taxi, da lo mismo. El tráfico es horrible, lento. Tardarás menos a pie o en metro, ya verás.
7- Hay un Starbucks a menos de diez metros de ti, en TO-DAS partes. Compruébalo. Son una plaga.
8- Echan "avocado" a toda la comida, está de moda o algo así.
9- Viva América. No se te ocurra denigrar su país, están muy orgullosos de él.
10- Al parecer, no suelen comer lasaña, y eso que están rodeados de restaurantes italianos, pizzerías, una zona concreta llamada "Little Italy"... Pero no, lasaña no con lo buena que está, en serio.

*EXTRA: 
-11: Enamora. Transmite vitalidad e inspiración. Luces, sombras y mucha variedad cultural. Merece la pena.

No sé si os interesan mucho estas entradas sobre viajes, pero quien me conozca desde hace tiempo, y quien sea seguidor del blog desde los comienzos, sabrá la ilusión que siempre he tenido por visitar esta ciudad.
Espero que os haya gustado.

viernes, 26 de agosto de 2016

Cómo iba a saber ella...

Pero qué iba a saber ella, ¿qué iba a saber?
Era imposible adivinarlo, jamás lo vio venir, era algo que no se había presentado en su mapa de hechos probables, ni en sus mejores sueños.
Cómo iba saber ella, cómo iba a saber.
Que, madre mía, iba a reír como una niña pequeña tantas veces. Que se iba a sentir entre sus brazos protegida de todos los males del mundo, de los más terroríficos peligros, y de las fauces de cualquier monstruo.
Cómo iba a adivinarlo. Que se podía estremecer, llorar y disfrutar, todo en cuestión de segundos.
Que podía tocar el cielo con la punta de los dedos, y sentir un calor más intenso que el del sol.
¡Qué podía saber! ¡Cómo iba a imaginarlo!
Que brotaría, tan bonita y tan dulce, con alguien dispuesto a quererla así. Tanto y tan bien.

Que haría que esos rincones de Madrid se convirtieran en sus favoritos.
Que con solo coger su mano, atrapaba el mundo, y con rozar sus labios, se iba a otro universo...
Él escondía los misterios más bonitos y ella quería descubrirlos todos.

jueves, 11 de agosto de 2016

El mejor día de un astronauta

Sí, hoy desde luego ha sido un día maravilloso. Me levanté con las energías renovadas y preparada para la misión más corta e importante de mi vida: robar una estrella.
El cohete despegó sin problemas: el motor rugía, y en cuestión de segundos, volaba por el espacio.
La estrella en cuestión se llamaba "La Magna", un punto lúcido y rosa, fácilmente observable desde hacía exactamente dos meses. Su presencia era tan notable y atípica que enseguida había cautivado a científicos, astrónomos, profesores, cualquier persona a la que le gustase observar el cielo de vez en cuando, y, por supuesto, a los astronautas.
Siguiendo los comandos establecidos, encontré aquella famosa bola de luz. La labor de atraparla fue extremadamente compleja, era la primera vez que se intentaba algo así, pero bueno, para algo era el año 2060: disponíamos de maquinaria altamente cualificada y eficaz.
Cuando una capa de sudor frío empezaba a perlar mi frente, el astro entró en la cápsula y activé enseguida la nave para mi regreso a tierra.
Llegué cansada, agotada, pero el panorama que me esperaba allí abajo me lo quitó de un plumazo. Una horda de vítores, aplausos, cámaras y reconocimientos me aguardaban.
El mejor momento fue sin duda cuando llevaron la cápsula a los laboratorios y pude admirar de cerca la belleza fría y distante, casi mágica, de esa roca que había decidido brillar con más intensidad que ninguna otra, dejando tras de sí un camino de misterio y fantasía para todo el que la veía, y a mí personalmente, con la experiencia más única que he vivido.

miércoles, 15 de junio de 2016

Llegas tarde

A lo mejor, si dejaras que el agua salada te llenase por fin, cerrarías tus heridas.
Porque el sol te pega de frente.
Y las olas no te esquivan, así que te hundes.
La arena te abrasa.
El cielo está desierto y ya no te da refugio.

Date prisa, que llegas tarde a la hoguera. Hoy vamos a quemar recuerdos desastrosos.

sábado, 4 de junio de 2016

Porque necesito respirar hondo

Esta es una entrada muy diferente a lo normal, y no es para pedir consuelo ni apoyo. Solo vuelco en palabras todo lo que tengo en la cabeza.
*
Estoy cansada, y mucho. Y sí, sé que es algo que año tras año pasan muchos estudiantes y nadie ha muerto en el intento. Pero me hace sentir mal.
Me he machacado como en ningún otro curso. He estudiado de forma continua, disciplinada, a veces con dolor de cabeza, y desde luego muchas otras sin ninguna gana.
He sacado las notas que quería y me sentí orgullosa cuando me las dieron. Me tomé dos semanas de descanso después de eso, para qué mentir. Intentaba empezar a repasar para la prueba final, pero acababa de terminar los globales, ¿cómo iba a tener cuerpo para sentarme de nuevo apenas unos días después? Así que me relajé y me prometí que no me agobiaría, porque eso se me da demasiado bien.
Al principio me costaba concentrarme porque sentía que ya lo había dado todo, y aún así poco a poco retomé el ritmo y me puse a preparar los exámenes que iban a determinar en qué carrera me metía.
Ahora quedan tres días. Y siento que no tengo ganas de nada. No sé si es porque nunca antes había pasado tanto tiempo seguido estudiando tal cantidad de materia, pero me siento apagada.
Porque un mal día o un profesor demasiado estricto te la puede jugar. Y es agobiante.

Pero quería ante todo escribir esto hoy aquí porque quiero cambiar cómo me encuentro.
¿Sinceramente? He estudiado mucho. He sacado buenas notas. Practico las asignaturas que lo necesitan y repaso sin parar las teóricas. Y no veo por qué me podría ir mal: me esfuerzo, sé que valgo para la carrera que quiero estudiar, unas pruebas que te obligan básicamente a vomitar información no pueden privarme de hacer lo que quiero. No van a ser un obstáculo.
Y aún así, una frase de un texto de latín en la que me atasco me hace pensar que ya no voy a hacer bien ese examen.
Unas obras importantes que siempre se me olvidan me llevan a creer que no tengo ni idea de cómo haré el de literatura universal.
No saberme un tema de doce o absolutamente todos los autores me hará suspender lengua y literatura.
No haber memorizado y escaneado todo el temario de historia porque me parece demasiada información significa que me quedaré bloqueada.
Y mil cosas más.

Pero me quiero parar a mí misma (y a cualquiera que piense como yo), y decirme:
No es algo trascendental en tu vida. No es tan dramático. Vas a dar lo mejor de ti misma. Lo vas a hacer muy bien. No todo sale perfecto, pero puedes intentarlo y acercarte a ello.
Sabes traducir, sabes comentar, sabes redactar. Va a salir bien. Es solo una criba. No tienes que darte una paliza. Te lo sabes, solo repasa unas últimas veces. Lee, sal, relájate. Con calma.
Somos mucho más que esas pruebas, y ya está.

jueves, 26 de mayo de 2016

I woke up wanting to kiss you

Una vez me preguntaste que por qué te quería, y me quedé un poco en blanco. Pero no era por falta de motivos, sino todo lo contrario, en mi cabeza se sucedían miles de momentos y no me daba tiempo a ordenarlos.
Ahora tengo un rato libre, así que te lo voy a decir:
Te quiero porque, no es que aceptes mis defectos, sino que para ti ni siquiera son tal cosa.
Te quiero por el cariño que pones a todo lo que me preparas: ya sea algo de comer, o un regalo. Y por el esmero que le dedicas, como si el único objetivo fuera que saliera perfecto para que yo fuera feliz.
Te quiero por cómo me has tratado desde el primer día: con paciencia, sin prisas, parece que ya sabías de antemano que íbamos a estar mucho tiempo juntos, así que no había que ir corriendo.
Te quiero por tomarte las cosas con calma, y por intentar transmitírmela.
Te quiero por tu entusiasmo hacia lo que te gusta. Y por tu sinceridad.
Te quiero porque te parezco la chica más guapa del planeta y porque coges mis manos con precaución. Te quiero porque me haces sentir protegida. Te quiero por cómo te despeinas. Te quiero por cómo me intentas demostrar que te importo.
Te quiero por tenerme en cuenta en todo, y te quiero porque me decían que tenía demasiadas expectativas y llegaste tú para cumplirlas.
Te quiero de la misma manera en que los astros se abrazan al cielo en cuanto oscurece.
Te quiero porque me dejas estar unida a ti.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Cardía

Érase una vez un monstruo. Un ser tan monumental y arrollador, tan basto, que hacía huir a pueblos, países y mundos. Las madres podían dejar a sus hijos sobre la tierra si él lo pedía.
Sus deseos eran órdenes que se cumplían sin duda alguna.
Se levantaba por la mañana, devoraba el sol con sus fauces, y robaba la luz de la luna.
Un día, una muchacha que solo tendría dieciséis años, decidió hacer algo al respecto. No podía dejar pasar que una criatura por horripilante que fuera, robara todo lo que tenían.
¿De dónde podía haber salido? ¿Por qué estaba allí y no en un mundo regido por los de su especie?
La joven se levantó más decidida que nunca y decidió adentrarse en la cueva oscura de la tercera montaña. Aquella en la que imperaba el frío helado y los dedos se congelaban al poner un pie dentro.
Se escapó ante los gritos de prohibición de sus padres, que no volverían a verla.
La joven caminó durante dos días, dejando que en la noche fuera la naturaleza exuberante de su país quien la cobijara y le diera el calor necesario.
Terminadas sus provisiones, avanzó los últimos kilómetros hasta llegar al famoso, y descrito hasta la saciedad, destino.
Entró y, como ya he dicho, no volvió a salir.
Sin embargo, por la noche, los rayos de la luna sí asomaban entre las nubes algodonadas. 
El sol iluminaba y hasta los más recónditos espacios parecían aguardar prosperidad entonces. 
El temor se esfumó a favor de la leyenda de Cardía, que cuidó a la extraña criatura. Que aprendió quizás a amar. Dicen que desde entonces se escuchaban suspiros en la tercera montaña.

jueves, 5 de mayo de 2016

De cuando leí La transformación, de Kafka

Dejando de lado todo el simbolismo con el que mi profesor nos bombardeó, me sorprendió más aún la facilidad con la que el autor conseguía hacer que me olvidara de buscar la verosimilitud para engullirme con la fuerza de su historia.
No hay grandes giros, ni una trama en la que sucedan hechos notables, pero eso es lo que la hace más original. Y más increíble aún, no se hace aburrido. Kafka envuelve y te arrastra con Gregorio Samsa, el protagonista, y su extraña e inexplicable metamorfosis.
Tampoco hay miramiento alguno para describir situaciones grotescas y reacciones que lo son aún más y que quizás por eso reflejan tan bien la indiferencia humana ante tantos aspectos, así como la angustia de un ser que con una metáfora que va directa al grano, demuestra su incomprensión ante las personas, su incomodidad y su mentalidad que va progresivamente abocándose a un final previsto desde el inicio.
¿Qué destino podría tener una criatura así? ¿Tan animal, tan inesperada? Si las personas más cercanas a ti no logran aceptarte ni ver qué estás intentando decir, ¿cómo sigues? ¿A dónde piensas llegar?
Estas son las preguntas que fundamentalmente cruzaban mi mente mientras leía este libro corto, que desde luego recomiendo. Merece ser disfrutado, pero en vez de buscar importantes hechos que te dejen mudo, encuentra los pequeños acontecimientos que provocan grandes cosas.

lunes, 2 de mayo de 2016

Lo más extraño en ella

Lo más extraño en ella no eran ni sus ojos, ni sus orejas, ni su nariz.
Lo más extraño en ella no era su forma de caminar (ágil, se asemejaba a la de un elegante ciervo altivo).
Lo más raro no era la manera en que miraba hacia todas partes con cara de asombro.
La cosa que más sorprendía no eran sus uñas, extrañamente deformadas, un tanto alargadas. Demasiado descuidadas para alguien de apariencia cuidada.
Lo que llamaba la atención no era su pelo largo hasta el suelo, ni sus zapatillas gastadas porque bailaba demasiado.
Ni las ampollas en su piel, que se había ganado con tanto dolor y horas de ensayo, ni eso era lo más llamativo.
No eran ni las cejas pobladas, ni los brazos delgaduchos. Tampoco las piernas pálidas y finas, largas.
A unos les dejaba sin habla su boca, porque era un tanto prominente. A lo mejor eran las mejillas afiladas, para otros. O la forma en que tocaba el piano con sus larguiruchos dedos.
Quizás cómo bailaba, con los ojos cerrados, sin mirar, casi conteniendo la respiración durante toda la danza hasta caer rendida.
Puede que fuera el reflejo de las sombras en sus pupilas, que se cerraban en banda a cualquier otro contacto visual.
O... a lo mejor... bueno, podría ser la sangre que corría por su tutú impoluto.
Los arañazos en los codos.
Los pies doblados en extraños ángulos.
O la forma en la que devoraba corazones,
mientras sonreía satisfecha,
escuchaba a Beethoven,
y volvía a abrocharse las zapatillas para bailar otra pieza.

jueves, 7 de abril de 2016

Eros y Psique ∆

Estoy tan cansada de esperar. De dejarte hacer y no poder.
Me privas de todo y no me das nada. Déjame verte. Deja que mis pupilas recuerden tu sombra. Permíteme comprobar si los rizos que agarro y acaricio son del mismo tono dorado que el que imagino.
Deja a mis manos recorrerte como todas las noches pero dándonos el gusto de vernos. 
Quiero participar de tu figura. Ser tú, ser nosotros. 
¿Qué sientes tú cuando me tienes a tu merced? ¿Me deseas tanto como yo a ti?
Voy a escapar, porque creo que si no me volveré loca. ¿O merece la pena aceptar lo que das pero a ciegas? ¿Acaso eso es correcto si quiera?

*

Me encanta tu mirada chispeante, y cómo intentas examinarme siempre que puedes, siempre que asoma el mínimo atisbo de luz. 
Déjame permanecer en la oscuridad. Será peor si sabes que jugueteas con un ser como yo.
Debería alejarte de este mundo que no tiene nada de celestial.
Debería dejarte marchar y que el cosmos te ampare sin mi ayuda.
No me veas. No quiero que sepas de qué color es mi cabello, ni si mis mejillas se tiñen de rojo cuando me dejas sin aliento.
Voy a recrearte, cobíjate en la oscuridad. Puedes ser mi diosa inmortal si te quedas esta noche.

domingo, 20 de marzo de 2016

Sombras de rosa

Sombras de rosa esparciéndose por su cara, y ella escapando.
Los colores resbalando de forma sutil y cuidadosa por su nuca y sus brazos.
Sus ojos destellando en mil tonalidades para mí, solo para mí.
Quise tenerla y esto fue lo que pasó.
Me robó, a mí, a mi cordura y a mi valentía. Asumió que mi oxígeno era el suyo. Se lo tragó sin miramientos.
Intenté soltarla y fue tan solo el dejarla ir lo que me provocó desear tenerla de nuevo.
Huyó.
Su cuerpo cubierto de espinas dejaba ver unas hermosas caderas que apenas eran un paseo a todos los gloriosos ríos de la vida.
Allí estaba, esperándome otra vez. Así que no cometí el mismo error.
Aquella vez tomé la iniciativa y le dije que era la cosa más bonita que había visto.
No era guerra ni tormenta, era luz. Luz que me envolvía y me llevaba y casi me mataba.
Luz oscura y soleada.
Cuando la dejé marchar no quedaban más que sombras de rosa.
Qué bonito era su rastro. Casi como ella.
Qué bonitas sus sombras de rosa, y sus ojos, sus labios y muecas. Qué bonito su rostro.

martes, 8 de marzo de 2016

La presa

El fuego era lo único que podía aportar algo de luz y calor en la estancia. Aún así, no era suficiente. Su cuerpo tiritaba terriblemente y necesitaba enseguida que alguna fuente térmica lo aliviase.
Mientras se acurrucaba como podía para aprovechar la pequeña fogata, escuchó un ruido. Prácticamente sin tiempo a reaccionar, apareció ante él la más preciosa figura que jamás hubiera podido contemplar. Era hermosiísima, de cabellos largos hasta el suelo del color de la plata y de aspecto tan suave que casi se lanzó a acariciarlo solo para ver si podía ser verdad.
Su cuerpo era un conjunto de sinuosas curvas. Hombros erguidos, postura esbelta, composición delgada. Su rostro no expresaba dulzura alguna, sin embargo. Le miraba por encima del hombro, un tanto resignada incluso, como si no hubiera decidido por ella misma estar allí.
El pobre hombre no sabía qué hacer. Se le presentaba allí una persona así (si es que podía considerarse humana), ¿y él qué podía hacer a parte de quedarse embobado sin reaccionar?
Se atrevió a acercarse un poco más y descubrió unas larguísimas pestañas que coronaban unos ojos redondos que le lanzaban una mirada sagaz e inquietante.
Se removió un poco en su sitio, no podía quedarse quieto. De pronto, y de la forma más inesperada posible, aquella aparición se acercó y comenzó a embaucarle de las maneras más maravillosas que podría conocer un hombre.
Cuando creía que iba a llegar al borde de la locura y que podría acabar borracho y perdido entre su piel y los labios que recorrían su cuerpo, se sintió desvanecer.
Perdió todo contacto y, convertido en polvo, exhalaba su último suspiro.
Se había rendido sin coraza alguna a las seducciones de un monstruo que derrochaba sensualidad y actitud por todas partes.
La criatura se limitó a salir de la cabaña, no sin apagar el fuego antes, sonriendo entre dientes y atusándose el pelo. ¿Cuál sería la siguiente presa?


martes, 16 de febrero de 2016

Quiero

Quiero ir a París contigo, perderme.
Quiero que nuestras manos se rocen tímidamente y de forma inesperada.
Quiero que me lleves por sorpresa a un sitio idílico y romántico que jamás esperaría.
Quiero respirarte, y que me respires.
Quiero de tu amor, y quiero que cojas el mío.
Llévatelo, sueña con él.

Quiero ir a París contigo.
Dame un beso en la mejilla y pon cara de haber hecho la mayor tragedia.
Pon La vie en rose y guíame por el salón.
Déjame beber de tu felicidad y te invitaré a la mía.
Persígueme, llévame.

Quiero ir a París contigo,
y que París esté con nosotros.


viernes, 1 de enero de 2016

Eran efímeros

Se lo desabrochó de forma mecánica, como si lo hubiera hecho mil millones de veces. De hecho, así lo parecía. Su mandíbula indicaba confianza y naturaleza, su mirada la devoraba por segundos, su pelo estaba despeinado, pero de la forma en la que parece algo sutil, hecho a propósito. Ella tomó la iniciativa: no soportaba quedarse sin hacer nada. Le quitó la camisa también de forma ágil, él no era el único con experiencia. 
Se fundieron en uno: sintiendo punzadas de dolor por la amargura de trabajar para ello sin poder sentir el calor de un corazón. El vello de punta, una suave corriente la recorría la espalda, espalda que él saboreaba una y otra vez antes de pasar a sus pechos, los cuales trataba como si fuera el último descubrimiento artístico más famoso en el planeta: era obra de Da Vinci, de Fidias, un poema de Bécquer. 
Juntos eran tornado, pesadilla y sueño, una extraña compenetración, complicidad entre ambos, fuego, pirotecnia recién prendida. 
Ardían, bebían el aliento del otro. Era impensable que alguna vez pudieran haber estado separados, pues el deseo de volver era tan grande que cuando sucedió explotaban, se hundían y volvían a resurgir, todo al mismo tiempo, sin segundos para pensarlo ni analizar nada.

El tiempo se esfumaba y eran efímeros. 


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