domingo, 29 de abril de 2012

La Panda de Nicole: El robo del maletín - Capítulo 13


13. De viaje… y de la mano
- Bueno, ¿sabéis todos lo que tenemos que hacer?
- ¡Sí!
- Pues vamos allá.
Adam, Alice, Brigitte, las gemelas y Danny se dirigieron a la cafetería y mientras tanto Zoé, Eddie, Mark y yo cogimos el autobús hacia la Plaza 10 Calles.
Cuando llegamos allí, fuimos hacia los arbustos donde estuvieron las ladronas aquella noche a investigar.
-         Por aquí no hay nada – dijo Zoé.
-         Por aquí tampoco – anunció Danny.
-         Bueno, es verdad, por esta zona no hay ninguna pista que las delate – dije yo.
-         ¿Por qué no preguntamos a la gente de los alrededores? – dijo Mark.
-         ¡Que idea más estupenda! – dijo entusiasmada Zoé – aunque… con toda la gente que hay por aquí, creo que lo mejor sería dividirnos en grupos de dos.
-         Vale, yo voy contigo – le dije a Zoé, esperando a que me asintiera.
-         No – dijo Zoé – lo mejor será que se una que en cada pareja haya una mente masculina y otra femenina, es decir, Mark y tú vais juntos y yo voy con Eddie ¿de acuerdo?
-         ¿Pero que estás haciendo? – la susurré al oído.
-         Estoy intentando daros una oportunidad a Mark y a ti y de paso a Eddie y a mí ¿comprendes? – me respondió por lo bajito.
-         Me da mucha vergüenza – respondí.
-         Tú tranquila, todo fluirá – me dijo guiñándome un ojo.
-         ¡Bueno pues vosotros vais por allí y nosotros por aquí, en marcha! Quedamos aquí mismo a las 20:00 ¿vale? ¡Hasta entonces!
Eddie y Zoé se fueron alejando, adentrándose entre el bullicio de la gran plaza. Mark y yo caminamos por los bonitos caminos de piedra. La Plaza 10 Calles era un lugar precioso al que había ido ya muchas veces. Estaba rodeado por frondosos árboles llenos frutos y muy, muy al fondo se veía la preciosa puesta de sol que había aquella tarde, rodeada de bonitas palmeras, parecía una playa sin embargo era más un enorme jardín con preciosas palmeras que lo rodeaban. Conocía aquel lugar muy bien, siempre he pensado que por allí pasan cosas ¡mágicas! y sobre todo me gusta mucho porque ahí hay siempre alguna pareja dada de la mano admirando la hermosa puesta de sol. Mis fantasías acabaron:
-         ¿Le preguntamos a ese señor de ahí? – me dijo Mark.
-         De acuerdo, vamos.
-         Buenas tardes señor – comencé.
-         Buenas, ¿qué os trae por aquí?
-         Pues estábamos dando un paseo – dijo Mark.
-         Ah, ya entiendo, un paseo romántico ¿eh?
-         No, nosotros no somos pareja – dije nerviosa.
-         Ah, pues lo parecéis, en fin ¿necesitáis algo?
-         Sí, ¿conoce usted a una tal “Alissa”?
-         Pues sí, jovencito. Si te refieres a una chica alta, rubia, de ojos verdes y delgada, entonces sí.
-         ¡Es ella! ¿Nos puede decir de qué la conoce?
-         Pues vino ayer por última vez a nuestra casa para cuidar de mis niños.
-         ¿Y le ha contado por qué ya no va a volver?
-         Sí, nos dijo que se marchaba durante dos semanas a Italia, a visitar a su familia.
-         Oh, gracias ¿y sabe cuando se marchará?
-         Dijo que esta noche cogería el avión.
-         Bien, pues muchas gracias ¡adiós!
Habíamos tenido muy buena suerte y no pensábamos desperdiciarla. Sabíamos que perderíamos la pista a Alissa esta misma noche, así que supusimos que la investigación podría continuar con Betty, su amiga.
Continuamos andando por la gran plaza y decidimos divertirnos un poco, ya que todavía faltaba un rato para las 20:00.
Anduvimos por los preciosos caminos de colores, el pobre Mark no se negó a acompañarme a mirar en las boutiques y yo acepté acompañarle a las tiendas de deportes, fuimos a comprarnos algodón de azúcar, estuvimos jugando en un pequeño parque como niños pequeños… Finalmente llegamos al jardín donde estaba la puesta de sol y, sin quererlo, algo pasó en ese preciso instante, fue como si mi mano se moviese sola y parecía que la suya le obligaba a hacer lo mismo.
Pero, por razones que no llego a entender, los dos separamos nuestras manos en cuanto nuestra mirada se cruzó, y ahí fue cuando se acabó la magia del momento.
-         Eh… bueno, creo, yo… ya nos tenemos que ir, nos estarán esperando – dijo Mark.
-         Sí, esto… vámonos.
Durante el camino de vuelta, ninguno pronunció una sola palabra, no sabíamos que decir. Me pareció una eternidad el camino de vuelta y la incomodidad por fin terminó cuando toda la panda nos saludaba desde los arbustos y Zoé, Brigitte, las gemelas y Alice me hacían señas para que las siguiese.
-         ¿Qué pasa chicas?
-         Bueno, no hagas como si no hubiera pasado nada ¿qué tal con Mark? – preguntó Brigitte.
-         ¿Os habéis dado…
-         …un besito? – dijeron entre risas las gemelas.
-         La verdad…
-         ¡¡Venga, dínoslo!! – dijo impaciente Zoé.
-         Bueno, pues cuando caminábamos hacia la puesta de sol del jardín de la Plaza 10 Calles, nos… nos dimos la mano, pero luego nos soltamos y emprendimos el camino de vuelta.
-         ¡¡GENIAL, YA ERA HORA!!
-         ¡Tranquilas chicas, bajad la voz, no quiero que se entere todo el mundo! Y ahora vámonos, que se va a notar mucho.
Cogimos el autobús y nos fuimos a nuestras casas. Cuando llegué a la mía, mi madre me preguntó que qué tal todo y yo le respondí que esa tarde no habíamos averiguado mucho más, tan solo que Alissa se iba de viaje esta misma noche y que tendríamos que sacar la información de Betty, su mejor amiga con la que estuvo en la fiesta.
-         Mira cariño, creo que ahora que Alissa se ha ido de la ciudad unas semanas, deberíais relajaros un poco.
-         ¡No mamá, los detectives no descansan hasta que un caso queda resuelto!
-         ¿Y qué te parece sólo por un día? ¿Quizás mañana?
-         Bueno, está bien, en mi cumpleaños te prometo estar relajada, a propósito, ¿habrá sorpresas?
-         Si hubiera sorpresas y te dijera cuales son ya no serían sorpresa ¿no crees? – me dijo mi madre guiñándome un ojo.
-         Bueno, pues hasta mañana.
-         ¿No cenas?
-         No, no tengo hambre y estoy muy cansada. ¡Hasta mañana!

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